Trabajar como Chinos
Aunque los sindicatos convocantes no lo contemplen la prolongación de la jornada de trabajo, que fuera de cualquier control llega a las 10-12-14 horas diarias, se merece una huelga general.
Que lejos aquellos días en los que nos ilusionamos con la aprobación en Francia de la jornada de 35 horas. Parecía que se iba a superar la reivindicación histórica de las 40 horas semanales. Al menos en Europa.
Porque mientras los chinos a lo suyo, a trabajar todo el día y a comer un cuenco de arroz con arroz. Y si los chinos pueden hacerlo, porqué no los curritos españoles.
Llama la atención que Bruselas y Washington no incluyan en sus exigencias a España la modificación de la legislación para prolongar la jornada de los trabajadores españoles. Y la razón es que ya es un objetivo conseguido por los empresarios. Si los contratos son precarios la jornada se prolonga automáticamente.
A los jóvenes que se incorporan lo primero que se les advierte es que su jornada no se regula por convenio sino por “las necesidades” que estimen sus jefes. Deben olvidarse de cualquier conciliación familiar, o de simultanear estudios y trabajo, o de cualquier tipo de ocio. Deben salir de casa antes del amanecer y volver bien entrada la noche. Los fines de semana deberán hacer la compra, limpiar la casa, preparar la ropa, ir a la peluquería y de marcha a emborracharse, para no pensar en la mierda de vida que llevan.
En la Banca siempre se ha alargado la jornada de trabajo legal. En los años 70 con las horas extraordinarias retribuidas. En los 80 ascendiendo a jefes a todos los que admitieran abrazar la nueva vida y consintieran en aceptar todo lo que se les mandara. En los 90 la precarización de los contratos, las empresas de trabajo temporal, las subcontratas y la externalización de departamentos terminó con cualquier regulación legal de jornada. El nuevo siglo trajo la subida del precio de la vivienda, las hipotecas a 40 años, y claro, más horas de trabajo. Los años 10 vienen con la crisis, fin de la esperanza.
Habrá quien piense que si hay menos trabajo por qué no repartirlo y reducir las jornadas. Sería una buena receta para acabar con el paro de 4 millones que reconocen las estadísticas. También habrá quien diga que las nuevas tecnologías, la automática, la informática y la robótica deberían, hace ya tiempo, por el brutal aumento de la productividad, haber reducido la jornada.
Pero claro, si se repartiera el trabajo y se redujera la jornada, dejaría de haber paro y entonces los trabajadores no competiríamos unos con otros y no nos impondrían ninguna condición abusiva en nuestros empleos.
Hay multitud de estudios que denuncian las consecuencias de estas jornadas de trabajo maratonianas: en la salud física y mental de los trabajadores, en la desestructuración familiar, en los accidentes de trabajo y en el embrutecimiento y degradación de los individuos y la sociedad.
Si alargamos nuestra jornada cerramos el paso a otros trabajadores y, a la larga y a la corta, nos perjudicamos a nosotros mismos. En el improbable caso de que nos renueven los contratos, como mucho a los 50 años estaremos quemados y seremos despedidos sin ninguna contemplación.
Os proponemos un simple ejercicio. Dividir el sueldo neto por el número de horas trabajadas al mes. ¿A cuánto te pagan la hora de trabajo? No te deprimas. Toma conciencia. Apúntate a la solidaridad.
SALUD Y SUERTE.